
Babilonia durante la dinastía casitas, siglo XIII a. C.
Babilonia es un antiguo reino localizado en la región de Mesopotamia, en torno al actual Iraq. Se originó a partir de la ciudad-estado de Babilonia extendiéndose por Acad y Sumeria.
La etimología de Babilonia deriva del término griego Babylon, la forma griega del acadio Babilum, esto es, "La Puerta de Dios", traducido. En la Biblia es llamada Babel.
Historia
El Imperio Paleobabilónico
El Código de Hammurabi es la primera ley escrita de la que se tiene constancia. La figura superior muestra al propio Hammurabi en posición humilde ante Shamash, dios de sol. Bajo ella están escritas casi 282 leyes con objeto de regir las decisiones de los jueces. Erigida originalmente en el templo de la ciudad de Sippar, a orillas del Eufrates, fue trasladada a Susa por Shutruk-Nakhunte en 1200 a. C. Actualmente se encuentra en el Museo del Louvre de París.Situada a orillas del Eufrates, la ciudad de Babilonia mantuvo en su origen una posición moderada, bajo la sombra de la cercana y más poderosa Kish.[1] Comenzó a cobrar importancia con la llegada de los amorreos entre el 2000 y el 1800 a. C., que se erigieron reyes de la ciudad.[1] Los amorreos, también semitas, se adaptaron fácilmente a la lengua acadia, propiciando el declive del sumerio. También se adaptaron con facilidad al panteón mixto sumerio-acadio, rindiendo culto a Marduk, deidad protectora de la ciudad.[1]
En torno al 1782 a. C. llegó al trono el sexto miembro de esta dinastía, Hammurabi. En este tiempo al norte y sur de la ciudad se encontraban los territorios de las ciudades de Assur (que dará nombre a Asiria) y Larsa, más poderosas pero con monarcas envejecidos.[1] En 1763 AdC Hammurabi venció a Rim-Sin de Larsa, apoderándose de la parte sur de Mesopotamia. En 1755 a. C. tomó igualmente Asus, haciéndose con el poder de todo el valle de los ríos Tigris y Eufrates.[1] Con el triunfo de Babilonia sobre el resto de Mesopotamia también su dios principal, Marduk, fue alzado a la cabeza del panteón de dioses locales.
Hacia el 1800 a. C. comenzaron a producirse una serie de invasiones nómadas provenientes del norte del Cáucaso y de Escitia. El ataque por parte de nómadas a la región había sido una constante durante los siglos anteriores, pero con la domesticación del caballo y su utilización para el tiro de carros de guerra los nómadas consiguieron una ventaja militar que les permitió penetrar en la zona.
Uno de estos grupos fueron los hurritas, que ocuparon gran parte del territorio que Asiria había conquistado durante el reinado de Shamshi-Adad I, fundando el reino de Mitani hacia el 1500 a. C. y haciendo a los asirios subsidiarios suyos. También se extendieron por Canaán, donde fundaron algunos reinos, llegando hasta el Antiguo Egipto, donde conquistaron la parte norte y fueron conocidos como hicsos.
Otro de estos grupos fueron los hititas, que se establecieron en la parte oriental de Anatolia a partir del 1700 a. C. fundando el conocido como Antiguo Reino. La lengua hitita era de origen indoeuropeo, lo cual no les impidió adoptar la escritura cuneiforme de los acadios.
Durante los años siguientes, hititas y hurritas se enfrentaron en el norte de Mesopotamia. En torno al 1600 a. C., durante el reinado del rey Mursil I los hititas derrotaron a los hurritas, dominando Asiria y haciendo incursiones en Babilonia, a la cual redujeron hasta las dimensiones anteriores a la conquistas de Hammurabi.
Este periodo coincidió con la entrada de los nómadas casitas provenientes de los Montes Zagros, quienes aprovecharon el debilitamiento de Babilonia para atacarla. Finalmente tomaron la ciudad en 1595 a. C.

El Código de Hammurabi es la primera ley escrita de la que se tiene constancia. La figura superior muestra al propio Hammurabi en posición humilde ante Shamash, dios de sol. Bajo ella están escritas casi 282 leyes con objeto de regir las decisiones de los jueces. Erigida originalmente en el templo de la ciudad de Sippar, a orillas del Eufrates, fue trasladada a Susa por Shutruk-Nakhunte en 1200 a. C. Actualmente se encuentra en el Museo del Louvre de París.
Babilonia era la capital del estado de Babilonia en la baja Mesopotamia. Actualmente sus ruinas se encuentran en la provincia iraquí de Babil, 110 km al sur de Bagdad. El nombre proviene del griego Babel, el cual deriva del nombre semita de la ciudad Babilim, que quiere decir La Puerta de Dios. La palabra semita es una traducción del sumerio Kà-dingir-ra.
La Babilonia de los casitas [editar]
La piedra Michaux es un kudurru perteneciente al período de la dominación casita de Babilonia. Está escrito en lengua acadia mediante símbolos cuneiformes. Descubierta en 1782 por el bótanico francés Michaux, fue el primer testimonio de la civilización mesopotámica que llegó a la Europa moderna.[3] [4]Los casitas no tardaron en adoptar la lengua y la religión del territorio que ocuparon, restaurando incluso el templo de Marduk de Babilonia. Hacia 1330 a. C. reconstruyen Ur.
Mientras, los antiguos invasores nómadas siguieron siendo expulsados del resto de territorios. Así, hacia 1580 a. C. los nativos egipcios derrotaron a los hicsos del bajo Egipto y continuaron su avance más allá del Sinaí, derrotando durante el reinado de Tutmosis III a una confederación de ciudades cananeas en la batalla de Megiddo, en 1479 a. C. Posteriormente siguieron hacia el norte, derrotando al reino de Mitanni, al cual obligaron a rendir tributo. Tras la muerte de Tutmosis III, Egipto perdió fuerza en el norte, resurgiendo los hititas, que formarían hacia 1375 a. C. el llamado Nuevo Reino.
En Asiria, Ashur-uballit I llegó al trono en 1365 a. C. y emprendió una serie de reformas hasta constituir el llamado Primer Imperio Asirio. Su sucesor atacó Mitani, saqueando su capital en 1300 a. C. y conquistando el resto del territorio en los 30 años siguientes. En 1274 a. C. llegó al trono asirio Salmanasar I, quien emprendió una serie de conquistas hacia el oeste, llegando hasta la frontera del reino hitita. Su sucesor Tukulti-Ninurta I amplió las fronteras por el norte, penetrando en el Cáucaso y por el este, hacia los montes Zagros.
Finalmente, el monarca asirio se dirigió hacia el sur, hacia los territorios administrados por los casitas, entre los que se encontraba Babilonia. Los casitas fueron derrotados, siendo obligados a pagar tributos al rey de Asiria.
Hacia 1200 a. C. comenzaron a llegar oleadas de unos nuevos invasores provenientes del Mediterráneo. Fueron conocidos como Pueblos del Mar y su presencia se sintió prácticamente en todas las regiones del Mediterráneo oriental. El pueblo que más afectado se vio por estas invasiones fueron los hititas, cuyo imperio, previamente debilitado por la expansión asiria, fue completamente destruido por ellas. Los Pueblos del Mar también dañaron tanto a Egipto como a Asiria, por lo que Babilonia y especialmente el reino de Elam –en el extremo oriental de Mesopotamia– se vieron beneficiados.
Los elamitas aprovecharon la situación marchando hacia el oeste, tomando Babilonia y las ciudades vecinas. En 1174 a. C. se llevaron de la ciudad las tablillas que contenían el código de Hammurabi y la estela de Naram-Sim.
1124 a. C. fue el año que vio el fin de la dinastía casita, con la toma del poder por un nativo babilonio, que será llamado Nabucodonosor I. El nuevo rey derrotó a los elamitas, iniciando un breve período de independencia para la región.
El dominio asirio [editar]Hacia el 1300 a. C. en las montañas del Cáucaso se desarrolló un nuevo tipo de metalurgia, la del hierro. Durante ese período la región había sido controlada por los hititas, pero con su caída, el manejo del nuevo metal pasa a los asirios.
Es posible que el dominio de esta nueva técnica contribuyese a las posteriores victorias militares de los asirios, al dotarles de armas más resistentes que sus pueblos vecinos y proporcionarles un bien valioso con el que comerciar.[5] Siendo o no así, en 1115 a. C. llegó al trono asirio Teglatfalasar I quien emprendió una campaña de conquistas hasta recuperar el territorio poseído durante el reinado de Tukulti-Ninurta I. En 1103 a. C. atacó y venció a Nabucodonosor I de Babilonia.
Hacia 1100 a. C. un nuevo pueblo semita emergió del desierto de Arabia, fueron los arameos. Durante el reinado de Teglatfalasar I Asiria consiguió mantenerlos fuera de sus fronteras, pero tras su muerte, los arameos comienzan a penetrar en el país, debilitándolo durante el siglo y medio siguiente. Esta situación fue aprovechada por los pueblos cercanos para fortalecerse. Es el período de auge de los reinos de Israel –reinado del rey David– y de Damasco.
El 911 a. C. Adad-nirari II llegó al trono de Asiria, quien tras reorganizar el ejército consiguió derrotar a los principados que los arameos habían fundado. A este rey le sucedió Tukulti-Ninurta II, quien sólo reinó cinco años.
Durante este período se incrementó la explotación y los suministros de hierro disponibles, lo cual permitió equipar al ejército completamente con armas de este metal.[5] Otro factor decisivo fue el desarrollo de maquinaria de asedio, como el ariete, que permitió el derribo de murallas y por tanto acabó con la necesidad de organizar largos asedios para tomar las las ciudades.
Todos estos avances los aprovechó Asurnasirpal II quien conseguió derrotar definitivamente a los principados arameos, llegando hasta el Mediterráneo. Su sucesor, Salmanasar III, también contó con esta ventaja, pero sus fuerzas estuvieron divididas en tantos frentes que no conseguió inflingir ninguna derrota definitiva a sus enemigos.[5] Sus principales oponentes fueron el reino de Urartu –situado al norte del Imperio asirio, en torno a la actual Armenia–, la tribu semítica de los caldeos –proveniente de Arabia– y los medos, de origen indoeuropeo. Estos últimos introdujeron en la región un tipo de caballo, posiblemente conseguido mediante crianza, de mayor tamaño y fuerza, de forma que podían ser cabalgados por una persona. Este avance se expandió rápidamente, llegando a Asiria al tiempo que los nuevos pueblos.
Antes de la muerte de Salmanasar III su hijo mayor se rebeló tratando de tomar el trono, llegando esta revuelta hasta la muerte del rey, tras la cual será su hijo menor –Shamshi-Adad V– el que herede el trono y derrote a su hermano. Tras su muerte su hijo Adadnarari III, aún un niño, recibe el título, pero debido a su edad será la mujer del rey, Semíramis, la que gobierne como regente.
Este fue un período de estancamiento para Asiria y de reforzamiento para los reinos que la rodeaban. Así, Urartu alcanzó su apogeo en el reinado de Argistis I (778 a. C. - 750 a. C.) y el reino de Israel vivió un nuevo período de prosperidad con el reinado de Jeroboam II.
Está situación se extendió por los reinados de Salmanasar IV, Ashur-Dan III y Ashur-nirari V, terminando al producirse un levantamiento militar que culminará con el nombramiento de una nueva dinastía y un nuevo rey, Tiglath-Pileser III,[5] quien tras reorganizar el ejército se dispuso a conquistar los reinos vecinos. Derrotó a los medos en el este, obligándoles a rendir tributo a Asiria. En el oeste, terminó con el período de independencia de los reinos locales, haciendo vasallo a Israel y conquistando el reino de Damasco. En el norte conquistó la mitad meridional de Urartu. Y en el Sur, en Babilonia, aprovechando una disputa dinástica de la dinastía caldea, se hizo con el título de rey.
A Tiglath-Pileser III le sucedió Salmanasar V, quien aparte del trono de Asiria heredó también el de Babilonia. El nuevo rey duró cinco años pues en 722 a. C. fue depuesto en una revuelta que terminó con la joven dinastía.[5] El nuevo rey, tal vez un general, se dio el nombre de Sargón II (en acadio rey legítimo) por lo que él y sus sucesores fueron llamados Sargónidas. Con los Sargónidas Asiria vivió una etapa de esplendor militar, pero las continuas guerras y rebeliones, pese a ser sofocadas, iban socabando la economía de la región.
Este período correspondió con la entrada de los cimerios en la región, provenientes de Escitia, al norte del mar Negro. Atacaron lo que quedaba de Urartu, lo que fue aprovechado por Sargón II para invadir el país. Ante esto, urartu tuvo que aceptar rendir vasallaje a Asiria, junto a la cual consiguió derrotar a los nómadas.
En Babilonia, un noble local aprovecho la guerra en el norte para autoproclamarse rey, haciéndose llamar Marduk-apal-idina II (llamado en la Biblia Merodac-Baladán). Conservó el título durante diez años, hasta que los asirios pudieron marchar hacia el sur y deponerlo, siendo enviado al exilio en 711 a. C. y recuperando Sargón II el título.
Tras la muerte de éste, su sucesor, Senaquerib, tuvo que enfrentarse a una nueva rebelión en Babilonia, esta vez auspiciada por los elamitas.[5] Para derrotarlos ideó una ingeniosa campaña. En vez de atravesar Babilonia hasta llegar a Elam, mandó construir una flota en la parte superior del Éufrates, y la dirigió río abajo, hacia su desembocadura en el golfo Pérsico. Una vez allí, navegó y desembarcó directamente en Elam. Pero los elamitas idearon un contraataque igual de ingenioso. En vez de combatir contra el ejército asirio se dirigierón hacia el territorio de estos, pasando por Babilonia, y dejando sus tierras defendidas por unos pocos hombres. Ante esta situación, el ejército asirio no podía más que volverse.[5] Senaquerib entonces se dirigió a Babilonia, la conquistó y la destruyó en 689 a. C. La destrucción fue prácticamente completa y sólo los esfuerzos de su sucesor, Asarhaddón, permitieron su reconstrucción.[5] Durante el reinado de éste el Imperio Asirio se mantuvo llegó a su máxima extensión. Se emprendieron una serie de campañas, principalmente hacia Egipto, logrando los asirios saquear la ciudad de Memphis.[5] Tras la muerte de Asarhaddón le sucedió su hijo menor, Asurbanipal y su reinado estuvo marcado tanto por las guerras contra cimerios y elamitas –a quienes derrotó completamente destruyendo Susa en 639 a. C.[5] –, como por la construcción de la biblioteca de Nínive.[5] Durante el final de su reinado, llego al trono de Babilonia Nabopolasar, aún como vasallo, pero tras la muerte del rey Babilonia declaró su independencia.[5]
El Imperio Caldeo o Neobabilónico [editar]La independencia de Babilonia supuso de inmediato la guerra entre ésta y Asiria . Coincidiendo con la rebelión en el sur, al noroeste, un jefe medo llamado Ciaxares consiguió unificar bajo su mando un grupo de tribus medas y escitas.[6] Ciaxares firmó una alianza con Nabopolasar, sellándola con el matrimonio entre su hija y el hijo del rey babilonio en el 616 a. C. De esta forma, medos desde el norte y caldeos desde el sur, atacaron conjuntamente Asiria, quien, viéndose rodeada, firmó una alianza con sus antiguos enemigos de Egipto.[6] La ayuda egipcia no llegó a tiempo. En 614 a. C. cayó la ciudad de Assur y, finalmente, en 612 a. C. medos y caldeos tomaron la capital asiria, Nínive, la cual fue saqueada de tal forma que no quedaron más que ruinas. La caída asiria fue celebrada por los reinos anteriormente sometidos. Así la Biblia lo relata:
Se han abierto las puertas de los ríos, y el templo ha sido arrasado. Ha sido llevada cautiva su reina y las mujeres conducidas a la esclavitud [...] Y Nínive con las aguas ha quedado hecha una laguna [...] Devastada ha quedado ella, y desgarrada y despedazada [...] ¡Ay de ti, ciudad sanguinaria, llena toda de fraudes y extorsiones, y de continuas rapiñas!

Mapa del Oriente Medio hacia el año 600 a. C. Esta fecha estuvo marcada por la reciente desaparición del Imperio neoasirio y su reparto entre caldeos y medos así como la victoria del monarca caldeo, Nabucodonosor II ante los egipcios, consiguiendo así el control de toda la región de Canaán.
Imperio medoImperio
neobabilónico
o caldeoImperio
egipcioLidia
Tras la caída de Nínive, el ejército asirio resistió unos años más en la ciudad de Harrán. El ejército egipcio, entretenido en una campaña contra los judíos, no llegó a tiempo de rescatar la ciudad, que cayó finalmente en 605 a. C. Tras la derrota asiria, el ejército babilonio, marchó a por el egipcio. Al mando ya no estaba Nabopolasar, quien había enfermado, si no su hijo, que sería conocido como Nabucodonosor II. Se enfrentó a los egipcios en la Batalla de Karkemish, derrotándoles completamente. Esta batalla supuso que toda la región de Canaán quedase bajo control caldeo. A partir de este momento nace el llamado Imperio babilónico o caldeo, que dominará una extensión de terreno tan importante como su predecesor, el Imperio asirio.
El dominio de Canaán no estuvo exento de problemas. Los egipcios alentaron las revueltas locales y se sucedieron los levantamientos de los reinos y ciudades-estado de la región. Así, en el 598 a. C. el reino de Israel se rebela. Es derrotado y algunos líderes de la rebelión son enviados al exilio, llegando al trono un nuevo rey, Sedecías. Esto no impidió que se produjeran nuevas rebeliones, y en 587 a. C. el pueblo de Israel, cuyo rey estaba siendo alentado por los egipcios, vuelve a levantarse en armas. Este periodo coincide con la actividad del profeta Jeremías, que según dice la Bilbia pidió al rey judío la rendición ante los caldeos, profetizando en caso contrario la destrucción de Jerusalén:
Dijo, pues, Jeremías a Sedecías: Esto dice el señor de los ejércitos, el Dios de Israel: Si te sales y te pones e manos de los oficiales del rey de Babilonia, salvarás tu vida, y esta ciudad no será entregada a las llamas, y te pondrás en salvo tú y tu familia. Pero si no vas a encontrar a los oficiales del rey de Babilonia, será entregada la ciudad en poder de los caldeos, los cuales la abrasarán y tú no escaparás de sus manos
[9]
Fueron de nuevo derrotados, y en esta ocasión la represión fue más dura: según el mismo Jeremías, los babilonios, a su entrada a la ciudad, mataron a la familia de Sedecías y a él le sacaron los ojos y le condujeron al exilio a la ciudad de Babilonia. También al exilio fue enviada el resto de la población, tanto nobles como plebeyos. Sin embargo a los pobres se les mantuvo en libertad, concediéndoles tierras.[10] La ciudad de Jerusalén fue arrasada y el palacio real, las viviendas y las murallas destruídas.
Otro foco de insurrección en el oeste fue la ciudad de Tiro, situada entonces en una isla –hoy península– a orillas del Mediterráneo, en el actual Líbano. Nabucodonosor II envió allí su ejército, que se situó en la costa, frente a la isla, y levantó un asedio. Sin embargo, la superioridad naval tiria hizo inútil el sitio, que duró trece años, tiempo tras el cual se firmó una paz, consistente en el vasallaje de la ciudad.
Durante la segunda mitad de su reinado, Nabucodonosor II se dedicó a embellecer la ciudad de Babilonia, convirtiéndola en la mayor metrópoli de su época.[6] Así la describió Heródoto un siglo después:
La Asiria tiene muchas y grandes ciudades, pero de todas ellas la más famosa y fuerte era Babilonia, donde existía la corte y los palacios reales después que Nino [Nínive] fue destruida. Situada en una gran llanura, viene a formar un cuadro, cuyos lados tienen cada uno de frente ciento veinte estadios, de suerte que el ámbito de toda ella es de cuatrocientos ochenta. Sus obras de fortificación y ornato son las más perfectas de cuantas ciudades conocemos. Primeramente la rodea un foso profundo, ancho y lleno de agua. Después la ciñen unas murallas que tienen de ancho cincuenta codos reales, y de alto hasta doscientos, siendo el codo real tres dedos mayor del codo común y ordinario.
De esta etapa datan algunos de los monumentos más célebres de la ciudad mesopotámica. Es el caso de la Puerta de Istar, o de los Jardines colgantes de Babilonia.
Nabucodonosor muere en el 562 a. C., siendo sucedido por su hijo Evilmerodac (Amel-Marduk) quien a los dos años fue víctima de una conspiración siendo depuesto por su cuñado, que se hizo llamar Neriglisar (Nergal-sharusur). Cuatro años después moría el nuevo rey, siendo sucedido por su hijo Labashi-Marduk, cuyo reinado acabó ese mismo año al ser víctima de una conspiración, acabando así la dinastía iniciada por Nabopolasar.
Tras esto fue puesto el trono Nabu-naid, más conocido cmo Nabónido, quien relegó las tareas militares en su hijo Balâtsu-usur (en acadio: Baal protege al rey), más conocido como Baltasar o Belsasar. Mientras tanto, el monarca se dedicó a tareas culturales, recopilando y estudiando antiguas escrituras.[6]
El fin de Babilonia: la conquista persa Durante el reinado de Nabónido, en la vecina Media se sucedió la inestabilidad. Un nuevo jefe llegó al principado de Anshan, vasallo del reino medo. Se hizo llamar Ciro II de Anshan, más conocido como Ciro XIII el Grande. En 559 a. C. el nuevo rey se declaró independiente de Media, lo que supuso la guerra. No sólo consiguió mantener la independencia del principado, si no que en 550 a. C. tomó la capital meda, Ecbatana, convirtiendose así en el nuevo monarca de toda la región. A continuación Ciro se lanzó a la conquista del reino de Lidia, en Asia menor, cuya conquista completó en el 547 a. C.
Durante estas campañas Nabónido de babilonia se mantuvo inactivo. Sin embargo, tras la caída de Lidia, buscó la alianza de Egipto contra el posible invasor. Ésta resultó inútil y en 539 a. C. Ciro se encontraba atacando la capital babilonia. La caída de la ciudad fue narrada posteriormente por el historiador griego Heródoto:
En medio de su apuro, ya fuese que alguno se lo aconsejase, o que él mismo lo discurriese, [Ciro] tomó esta resolución. Dividiendo sus tropas, formó las unas cerca del río en la parte por donde entra en la ciudad, y las otras en la parte opuesta, dándoles orden de que luego que viesen disminuirse la corriente en términos de permitir el paso, entrasen por el río en la ciudad. Después de estas disposiciones, se marchó con la gente menos útil de su ejército a la famosa laguna, y en ella hizo con el río lo mismo que había hecho la reina Nitocris. Abrió una acequia o introdujo por ella el agua en la laguna, que a la sazón estaba convertida en un pantano, logrando de este modo desviar la corriente del río y hacer vadeable la madre. Cuando los persas, apostados a las orillas del Eufrates, le vieron menguado de manera que el agua no les llegaba más que a la mitad del muslo, se fueron entrando por él en Babilonia. Si en aquella ocasión los babilonios hubiesen presentido lo que Ciro iba a practicar o no hubiesen estado nimiamente confiados de que los persas no podrían entrar en la ciudad, hubieran acabado malamente con ellos. Porque sólo con cerrar todas las puertas que miran al río, y subirse sobre las cercas que corren por sus márgenes, los hubieran podido coger como a los peces en la nasa. Pero entonces fueron sorprendidos por los persas; y según dicen los habitantes de aquella ciudad, estaban ya prisioneros los que moraban en los extremos de ella, y los que vivían en el centro ignoraban absolutamente lo que pasaba, con motivo de la gran extensión del pueblo, y porque siendo además un día de fiesta, se hallaban bailando y divirtiendo en sus convites y festines, en los cuales continuaron hasta que del todo se vieron en poder del enemigo. De este modo fue tomada Babilonia la primera vez.
Con la conquista persa terminó la historia de Babilonia como reino independiente. Otros rebeldes y jefes locales posteriores tomarían el título de Rey de Babilonia, pero no se trató más que de actos ceremoniales o de rebeldía frente al poder central.
Babilonia La Grande
Bajo la dirección de Robert Koldewey, que trabajó para la Sociedad Oriental Alemana, se llevaron a cabo importantes excavaciones en Babilonia entre los años 1899 y 1917. En ellas se desenterraron algunas de las secciones más importantes de la gran zona de ruinas de la antigua Babilonia, si bien durante esas excavaciones hubo amplios sectores que no fueron tocados. Desde los albores de la historia, Babilonia fue una ciudad importante de Mesopotamia (Gén. 11). Hammurabi la constituyó en capital de su dinastía. Como sede del santuario del famoso dios Marduk, seguía siendo un centro religioso aun durante los períodos cuando no gozaba de supremacía política, como por ejemplo durante el tiempo cuando Asiria fue el principal poder mundial. Cuando Nabopolasar recobró la independencia de Babilonia, la ciudad volvió a ser una vez más la metrópoli del mundo. Pero fue especialmente con Nabucodonosor, el gran propulsor del Imperio Neobabilónico, cuando Babilonia llegó a ser "hermosura de reinos y ornamento de la grandeza de los caldeos" (Isa. 13: 19).
Fue la ciudad de Nabucodonosor la que desenterró Koldewey durante los 18 años de excavaciones alemanas.
Prácticamente no se encontraron restos de las etapas anteriores de la ciudad. La razón de esto es doble: (1) El cambio del lecho del río Eufrates elevó el nivel del agua y por lo tanto los estratos de las ciudades anteriores están ahora bajo el nivel del agua, y (2) la destrucción de Babilonia realizada por el rey asirio Senaquerib en el año 689 a. C. fue tan completa, que quedó poco de la antigua ciudad que pudieran descubrir las generaciones posteriores. Por eso, todas las ruinas visibles de hoy son del posterior Imperio Neobabilónico. Aun ellas muestran una desolación y confusión poco comunes, por dos razones:
(1) Grandes partes de la ciudad fueron destruidas por el rey Jerjes de Persia después de dos cortas revueltas contra su gobierno.
(2) Las ruinas de Babilonia fueron empleadas por Seleuco para construir Seleucia alrededor del año 300 a. C. La mayoría de los edificios de las aldeas vecinas, y de la ciudad de Hilla (o Hella), así como la gran represa del río Hindiya, fueron construidos con ladrillos de Babilonia.
A pesar de estas desventajas los excavadores lograron que se comprendiera mucho del plano de Babilonia de Nabucodonosor. Los antiguos documentos cuneiformes hallados durante la excavación ayudaron en esta tarea. Esos documentos contenían descripciones detalladas de la ciudad, de sus principales edificios, muros y barrios, de manera que se conoce más en cuanto al plano de la Babilonia de Nabucodonosor que de muchas ciudades medievales de Europa.
Por eso estamos excepcionalmente bien informados en cuanto a la ciudad en cuyas calles caminó Daniel y acerca de la cual pronunció Nabucodonosor 822 las arrogantes palabras que se registran en Dan. 4: 30.
El Tamaño de la Antigua Babilonia
Antes de que la pala del excavador revelase el verdadero tamaño de la Babilonia de Nabucodonosor y de la Babilonia de tiempos anteriores, los eruditos se fiaban de la descripción de Herodoto. Ese historiador pretende haber visitado Mesopotamia a mediados del siglo V a.C., y por eso a menudo se han considerado sus declaraciones como las de un testigo presencial. Afirma (i. 178-179) que Babilonia tenía la forma de un gran cuadrado, de aproximadamente 22 km. de lado. Esas medidas dan a los muros de la ciudad un largo total de 88 km., y a la ciudad misma una superficie de casi 490 km. cuadrados. También dice que sus muros tenían unos 25 m de grosor y 104 m de alto.
Antes de que las modernas excavaciones revelaran el tamaño de la antigua Babilonia, se trató de armonizar las declaraciones de Herodoto con las ruinas visibles. Por ejemplo, el asiriólogo francés Jules Oppert trató de explicar la declaración de Herodoto extendiendo el área de la ciudad de Babilonia hasta incluir a Birs Nimrud, a 19 Km. al suroeste de las ruinas de Babilonia, o a Tell el-Ojeimir, a 13 km. al oeste. Esta explicación es completamente insatisfactoria. Ya en los días de Oppert se sabía que Birs Nimrud es el sitio de la antigua Borsipa, y Tell el-Ojeimir el lugar de Kish, ambas ciudades famosas e independientes, con muros protectores separados. Puesto que no se han encontrado muros que rodeen tanto a Babilonia como a Borsipa o a Kish, y puesto que tal muro no se menciona en ninguno de los documentos de la época que describen la antigua ciudad, no puede aceptarse el cálculo de Oppert basado en la declaración de Herodoto respecto a la extensión de los muros de Babilonia.
Las excavaciones revelan que antes del tiempo de Nabucodonosor, la ciudad era casi cuadrada, con muros de más o menos un kilómetro y medio de largo en cada lado; en el mapa de la p. 823 se la llama la Ciudad Interior. Los palacios y edificios de la administración estaban en la sección noroeste de la ciudad, y al sur de ellos estaba el principal conjunto de templos, llamado Esagila, dedicado al dios principal de Babilonia, Marduk. El río Eufrates corría a lo largo del muro occidental de Babilonia. Cuando Babilonia sirvió de capital al vasto imperio de los tiempos de Nabopolasar y Nabucodonosor, necesitó ser agrandada. Se construyó una nueva sección sobre la margen occidental del Eufrates. Se conoce su extensión, pero se han realizado pocas excavaciones en esa zona. Lo que se sabe en cuanto a sus templos y calles son los datos obtenidos de los documentos cuneiformes que describen ese barrio. La sección nueva estaba unida con la ciudad vieja por un puente que descansaba sobre ocho pilares, como lo han revelado las excavaciones.
Nabucodonosor también construyó un palacio nuevo muy alejado de la ciudad vieja y al norte de ella, el así llamado Palacio de Verano. Un gran muro exterior fue construido para abarcar también ese palacio. El nuevo muro aumentó mucho el tamaño de la ciudad. No hay evidencia de que haya habido muro a lo largo del río desde el Palacio de Verano hasta el sector del antiguo palacio. Por lo tanto, se ha llegado a la conclusión de que se consideraba el río como una protección suficiente.
Los muros, que en su mayor parte pueden aún verse claramente como montículos largos y altos, miden unos 21 km. Esta medida es la del largo total de los muros, tanto de la ciudad interior como de la ciudad exterior. El perímetro de la ciudad de Nabucodonosor, incluyendo la tierra ribereña, desde el Palacio de Verano hasta el sector del antiguo palacio, era de unos 16 km.
Excavaciones realizadas en tiempos modernos han revelado el grosor de los diferentes muros y muestran que necesita modificarse la descripción de Herodoto sobre este punto. Las fortificaciones que rodeaban la Ciudad Interior consistían de muros dobles, de los cuales el muro interior tenía 6,5 m de espesor, y el muro exterior 3,7 m de grosor. El sistema de fortificaciones exteriores también era doble, con un relleno de ripio entre ambos muros y un camino en la parte superior, de acuerdo con Herodoto. El grosor de cada uno de ellos era el siguiente: muro interior, 7 m; espacio para rellenar, 11,2 m; muro exterior, 7,8 m, más una especie de contrafuerte en la base, de 3,3 m de espesor. El ancho total de la fortificación exterior era de 29,39 m. De sus muchas torres, 15 ya han sido excavadas.
"Las excavaciones no indican la altura de los antiguos muros, ya que quedan sólo las bases. En ninguna parte tienen éstos más de 12 m (en la Puerta de Ishtar). Es casi inconcebible que aun un muro doble, con una base de 29 m de espesor, pueda haber alcanzado una altura de 103 m. No se conocen ejemplos antiguos ni modernos de un muro de ciudad de tales proporciones. Por eso la declaración de Herodoto en cuanto a la altura del muro de Babilonia debe también descartarse.
¿Por qué razón hubo esas imprecisiones? Se ha dado la siguiente explicación: Cuando Herodoto visitó Babilonia, la ciudad yacía mayormente en ruinas, habiendo sido destruida por Jerjes después de dos serias revoluciones contra su gobierno. Estaban completamente demolidos los templos, palacios y todas las fortificaciones. En ocasión de su visita, Herodoto tuvo que depender de informes orales en cuanto al estado previo de las cosas, la apariencia de los edificios y el tamaño de la ciudad y de los muros. Puesto que él no hablaba el idioma babilonio, sino que dependía de un guía que hablaba griego, puede haber recibido ciertas informaciones imprecisas debido a dificultades de traducción. Además algunas de sus declaraciones erróneas pueden haberse debido a una memoria defectuosa.
F.M. Th. [de Liagre] Böhl sugiere que Herodoto puede haber tenido en cuenta toda la Babilonia fortificada, incluso todas las zonas comprendidas en la región que podía inundarse en tiempo de peligro. Böhl recuerda a sus lectores el hecho de que al lego le es muy difícil distinguir entre los diques de canales secos y los restos de muros de antiguas ciudades. La única diferencia es la ausencia de fragmentos de alfarería en los diques.
Aquéllos se encuentran en abundancia junto a antiguos muros de la ciudad. Por lo tanto, debe considerarse posible que Herodoto tomó por restos de los muros de la ciudad a algunos de los muchos diques de los canales (ver Ex Oriente Lux, Jaarbericht N.º 10, 1945-48, p. 498, n. 28).
Aunque la antigua Babilonia no tenía el tamaño fantástico que le atribuyera Herodoto, la ciudad era enorme para un tiempo cuando las ciudades eran muy pequeñas de acuerdo con los conceptos que hoy tenemos. Su perímetro de unos 17 km. es superior al perímetro de 12 km. de Nínive, capital del imperio de Asiria; al de los muros de la Roma imperial, de 10 km. de perímetro; y al de los 6 km. de los muros de Atenas en el tiempo del apogeo de esa ciudad en el siglo V a. C. Esta comparación con otras ciudades famosas de la antigüedad muestra que Babilonia era, con la posible excepción de la egipcia Tebas -que entonces ya estaba en ruinas- la más extensa y la más grandiosa de todas las capitales antiguas, aunque fue mucho más pequeña de lo que la describieron posteriormente los escritores clásicos. Es comprensible por qué Nabucodonosor sintió que tenía derecho a jactarse de haber construido "la gran Babilonia... con la fuerza de mi poder, y para gloria de mi majestad" (Dan. 4: 30).
Una Ciudad de Templos y Palacios
Los antiguos babilonios estimaban que su ciudad era el "ombligo" del mundo por el hecho de que allí estaba el santuario del dios Marduk, a quien se consideraba como señor del cielo y de la tierra, el principal de todos los dioses. Por eso Babilonia era un centro religioso sin rival en la tierra. Una tablilla cuneiforme del tiempo de Nabucodonosor enumera 53 templos dedicados a dioses importantes, 955 pequeños santuarios y 384 altares callejeros; todos ellos dentro de los límites de la ciudad. Por comparación, Asur, una de las principales ciudades de Asiria, con sus 34 templos y capillas, hacía una impresión relativamente pobre. Se puede comprender bien por qué los babilonios estaban orgullosos de su ciudad, cuando decían: "Babilonia es el origen y centro de todas las tierras". Su orgullo se refleja en las famosas palabras de Nabucodonosor citadas en el comentario sobre el pasaje del cap. 4:30, y también en un antiguo canto de alabanza (tal como lo da E. Ebeling, Keilschrifttexte aus Assur religiósen Inhalts, Parte 1, [Leipzig, 1915], N.º 8):
"Oh Babilonia,
quienquiera que te contempla se llena de regocijo,
Quienquiera que habita en Babilonia aumenta su vida,
Quienquiera que habla mal de Babilonia es
como el que mata a su propia madre.
Babilonia es como una dulce palma datilera,
cuyo fruto es hermoso de contemplar".
El centro de la gloria de Babilonia era la famosa torre templo Etemenanki, "la piedra fundamental del cielo y de la tierra", que tenía una base cuadrada de 90 m de lado y más de 90 m de alto. Este grandioso edificio sólo era sobrepasado en altura en tiempos antiguos por las dos grandes pirámides de Giza (o Gizeh) en Egipto. La torre puede haber sido construida en el lugar donde una vez estuvo 825 la torre de Babel. La construcción de ladrillos tenía siete niveles, de los cuales el más pequeño y más elevado era un santuario dedicado a Marduk, principal dios de Babilonia. Ver com. Gén. 11: 9.
Un gran conjunto de templos, llamado Esagila -literalmente: "El que levanta la cabeza"-, rodeaba la torre Etemenanki. Sus patios y edificios fueron el escenario de muchas ceremonias religiosas realizadas en honor de Marduk. Grandes y pintorescas procesiones terminaban en este lugar. Con excepción de] gran templo de Amón en Karnak, Esagila fue el más grande y más famoso de todos los templos del antiguo Cercano Oriente. Ya tenía una larga y gloriosa historia cuando Nabucodonosor ascendió al trono, y el nuevo rey reconstruyó completamente y hermoseó extensas secciones del conjunto de templos, incluso la torre Etemenanki.
Los palacios de Babilonia revelaban un lujo extraordinario tanto en número como en tamaño. Durante su largo reinado de 43 años Nabucodonosor construyó tres grandes castillos o palacios. Uno de ellos estaba en la Ciudad Interior y los otros fuera de ella. Uno es conocido como Palacio de Verano, en la parte más septentrional del nuevo barrio oriental. El montículo que ahora cubre sus restos es el más alto entre los que constituyen las ruinas de la antigua Babilonia, y es el único lugar que aún lleva el antiguo nombre de Babil. Sin embargo, la completa destrucción de este palacio en tiempos antiguos y el subsiguiente saqueo de los ladrillos de su estructura no han dejado mucho para que descubra el arqueólogo. Por eso sabemos poco respecto a ese palacio.
Otro gran palacio, al cual los excavadores dan ahora el nombre de Palacio Central, estaba inmediatamente fuera del muro norte de la Ciudad Interior. Este también fue construido por Nabucodonosor. Los modernos arqueólogos también encontraron este gran edificio sumamente desolado, con excepción de una parte del palacio, el Museo de Antigüedades. Aquí se habían coleccionado y puesto en exhibición objetos valiosos del glorioso pasado de la historia de Babilonia, tales como estatuas antiguas, inscripciones y trofeos de guerra, con el propósito de que "los hombres contemplen", según lo expresara Nabucodonosor en una de sus inscripciones.
El Palacio del Sur estaba en el rincón noroeste de la Ciudad Interior, e incluía, además de otros edificios, los famosos jardines colgantes, una de las siete maravillas del mundo antiguo. Un gran edificio abovedado estaba coronado por un jardín en la azotea, regado por un sistema de cañerías por el cual el agua era bombeada hasta arriba. Según Diodoro, Nabucodonosor construyó este maravilloso edificio para que su esposa meda tuviera en medio de Babilonia, plana y sin árboles, un sustituto de las colinas arboladas de su tierra natal que ella echaba de menos. En las bóvedas bajo los jardines colgantes se almacenaban provisiones de cereales, aceite, frutas y especias para abastecer a la corte y a los que dependían de ella. Los excavadores hallaron en estas piezas documentos de la administración, algunos de los cuales mencionan que el rey Joaquín de Judá recibía raciones reales.
Junto a los jardines colgantes estaba un extenso conjunto de edificios, salones y habitaciones que habían reemplazado al palacio más pequeño de Nabopolasar, padre de Nabucodonosor. Este Palacio del Sur era considerado la residencia oficial del rey, el lugar donde se desarrollaban todas las ceremonias del Estado. En el centro estaba la gran sola del trono, de 52 m de largo, 17 m de ancho y posiblemente 18 m de alto. Quizá esta inmensa sala fue el lugar donde Belsasar celebró su banquete la última noche de su vida, porque ninguna otra sala del palacio era lo suficientemente grande para ubicar a mil invitados (ver Dan. 5: 1).
Una de las edificaciones más llenas de colorido de aquella ciudad era la famosa Puerta de Ishtar, junto al Palacio del Sur, que formaba una de las entradas del norte de la Ciudad Interior. Era la más hermosa de las puertas de Babilonia, porque por ella pasaba la calle de las procesiones, que llevaba de los distintos palacios reales al templo de Esagila. Felizmente esta puerta no fue tan completamente destruida como los otros edificios de Babilonia y es ahora la más impresionante de todas las ruinas de la ciudad. Se eleva todavía a una altura de unos 12 m.
Las edificaciones interiores de los muros y puertas de la ciudad, de los palacios y de los templos eran de adobes. Las capas exteriores estaban hechas de ladrillos cocidos y en algunos casos, de ladrillos esmaltados. Los ladrillos exteriores de los muros de la ciudad eran de color amarillo; los de las puertas, celestes; los de los palacios, rosados; y los de los templos, 826 blancos. La puerta de Ishtar era una construcción doble, debido a los muros dobles de la ciudad. Tenía 50 m de largo y constaba de cuatro estructuras semejantes a torres de grosor y altura que variaban. Las paredes eran de ladrillos cuyas superficies esmaltadas formaban figuras de animales en relieve. Había por lo menos 575 de éstos. Había toros amarillos con hileras de adorno de pelo azul y cuernos y pezuñas verdes. Estos alternaban con bestias mitológicas amarillas, llamadas sirrush, que tenían cabezas y colas de serpientes, cuerpos escamados y patas de águilas y gatos (ver una ilustración frente a p. 896, y en SDA Bible Dictionary, fig. 137).
El acceso a la Puerta de Ishtar (ver la ilustración frente a la p. 896) a ambos lados de la calle tenía muros de defensa. En esas paredes había leones de ladrillo esmaltado, en relieve, de color blanco con melenas amarillas o amarillos con melenas rojas (que ahora se han vuelto verdes) sobre un fondo azul.
Tal era la pintoresca y fuerte ciudad que el rey Nabucodonosor había construido: la maravilla de todas las naciones. Su orgullo por ella está reflejado en las inscripciones que dejó para la posteridad. Una de ellas, ahora en el Museo de Berlín, reza así:
"Yo he hecho a Babilonia, la santa ciudad, la gloria de los grandes dioses, más destacada que antes, y he impulsado su reconstrucción. He hecho que los santuarios de dioses y diosas sean iluminados como el día. Ningún otro rey entre todos los reyes jamás ha creado, ningún otro rey anterior ha construido jamás, lo que yo he construido magníficamente para Marduk. Fomenté al máximo la habilitación de Esagila, y la renovación de Babilonia más de lo que se había hecho antes. Todas mis obras valiosas, el embellecimiento de los santuarios de los grandes dioses que yo emprendí, más que mis antepasados reales, yo escribí en un documento y puse por escrito para las generaciones venideras. Todos mis hechos, que yo he escrito en este documento leerán aquellos que sepan [leer] y recordarán la gloria de los grandes dioses. Sea largo el camino de mi vida, me regocije yo en mi simiente; gobierne mi simiente sobre los pueblos de cabeza negra para toda la eternidad y la mención de mi nombre sea proclamado para bien en todos los tiempos futuros".

Código de Hammurabi (siglo XVIII a.C.)
No hay comentarios:
Publicar un comentario